jueves, 6 de octubre de 2016

Rectificando nuestras vidas en Iom Kipur



Por: Moréh Jonathan Colina

Shalom, en este tiempo profético que el Eterno nos ha permitido vivir ha sido de grandes exigencias y demandas como resultado del nivel de revelación que hemos adquirido mediante el estudio de la Torah.

Es evidente que a pesar de los errores, caídas, problemas, adversidades, luchas y tentaciones es menester seguir siendo esforzado y valiente, dándole valor y destacando el sacrificio del Mesías como ese cordero que fue llevado al matadero y aunque padeció humana y espiritualmente aprendió la obediencia y demostró ser sumiso a aquel que lo envió con el propósito de erradicar la expiación que solo cubría las faltas, para impartirnos la justicia celestial que las borra (Hebreos 5: 8, 9:11-14, 10:4-10).

Es por ello, que hoy no necesitamos la sangre de machos cabríos ni de becerros, tampoco necesitamos un gallo (Kaporet), porque de hecho, hasta para los Rabinos Najmanides y Iosef Caro fue considerado una práctica supersticiosa. Lo que si necesitamos es valorar la justicia celestial impartida a través del Mesías y aunque muchos no lo han podido disfrutar como resultado de un velo profético en su momento “mirarán al que traspasaron y lloraran amargamente” (Zacarías 12:10). 

Lo que realmente no se concibe, es que nosotros que tenemos la revelación del Mesías y podemos disfrutar de su justicia somos los que muchas veces vivimos de espalda al Eterno y los que realmente no tienen ese honor y deben esperar un tiempo para realizar ciertas prácticas clamando sean perdonados y anhelando a un Mesías son los que tratan de vivir mayormente apegados a las instrucciones santas. 

No obstante, para nosotros la comprensión de Iom Kipur no tiene que ver con la expiación ni cubrir nuestras faltas, sino que es un tiempo en el cual debemos rectificar nuestras vidas , reflexionar y meditar en cada una de nuestras acciones, reconciliarnos con nuestro Eterno Padre a través del perdón, pero también poder reconciliarnos con nuestros hermanos; poder perdonar y ser perdonados de manera directa como dicen nuestros sabios. De allí la importancia de confesar nuestras fallas delante del Padre celestial, pero también las fallas que cometimos en contra de nuestros hermanos.

Este es un tiempo tan importante para hacer Tefilah (oración introspectiva, autoevaluación), para meditar en las cosas malas que hacemos (Transgresión) y las cosas buenas que dejamos de hacer (Pecado), es por ello que cobra total relevancia el hecho de erradicar primeramente las culpas internas que no nos dejan vivir muchas veces, porque nos vemos arruinados y en total estancamiento; situación similar a que nuestra vida está en un desierto y totalmente vacía. 

Cuantas veces no hemos cometido traición (beguidá); traicionamos al creador de vida, pues a pesar que El nos da conforme a sus riquezas en gloria, no le agradecemos, aun simplemente por el hecho de estar vivos es motivo suficiente para honrarle, exaltarle y glorificarle. Traicionamos y somos traicionados por nuestros hermanos y amigos. Que lamentable es que confiemos en alguien, que le tendamos la mano y de pronto recibimos esa puñalada por la espalda; que sea como dijo Shaul: “El Eterno le pague conforme a sus obras”. 

Muchas veces practicamos el robo (Guézel), tomamos cosas sin pedir permiso o sin pagar por su valor, robamos el tiempo de muchas personas cuartándoles que puedan descansar, robamos el tiempo de intimidad que el Eterno se merece ya que somos considerados sus hijos, pero no nos comportamos como tal. 

Hay momentos que hablamos con maldad (Dibarnu dofi), hablamos falsamente, mentimos, nos expresamos con palabras ociosas y obscenas que no causan edificación a los oyentes, más bien le causamos daño. Al parecer una cosa es lo que declaramos en la Kehila y la manera como nos comportamos y otra muy diferente a como somos en el entorno en la cual nos desarrollamos, con nuestros amigos y compañeros. Eso solo muestra la carencia de identidad que poseemos, porque una cosa es lo que pensamos, otra es como hablamos y otra muy diferente a como nos comportamos. 

Hay circunstancias en la que deformamos lo que es recto (Ivut), lo que nos imparte rectitud, lo que nos hace más justos delante del Eterno y eso se expresa cuando nos hacemos la vista gorda al consejo, cuando nos cohibimos de aceptar la corrección, solo preferimos seguir nadando en medio de la necedad, sufriendo las consecuencias de la desobediencia, pero sacando cada vez mayor argumento y pretexto y así darle continuidad a una postura errada. 

En ocasiones nuestras actitudes con similar a la de la gente malvada (Rashá), pero como estamos operando en una vida monótona, lo pasamos por desapercibidos hasta que nos vemos hundidos en el hoyo, pensado, hablando y actuando como el malvado; dicha identidad trae como consecuencia que el nombre del santo bendito, sea blasfemado por otros. 

Que lamentable es que en medio de nuestra vida practiquemos lo malo a propósito (Zadón), que pequemos y transgredamos deliberadamente con premeditación y alevosía, ya que aun reconociendo que es malo incurrimos en ello, y otras cosas que son buenas no las tomamos en cuenta. 

Del mismo modo, procuramos apropiarnos de algo de una manera incorrecta (Jamás), nos apropiamos de algo material que nos es nuestro, nos apropiamos de una posición y queremos cumplir un rol que no es el nuestro. 

También existe un mal que persigue al ser humano y no lo deja descansar: esa es la mentira, se encuentra en todos lados paseando, queriendo ir en compañía de alguien. Es por ello que a veces nos juntamos con la mentira (Tafalnu Shéker), pero es hora de divorciarnos de ella y casarnos con la verdad. El mismo Iehoshúa dijo que ha satán es padre de mentira (Juan 8:44). 

Quizás en oportunidades hemos dado malos consejos (Iaatznu ra); ya que los mismos han sido más por el deseo de nuestra alma no procesada, y no de lo que pueda fluir del hombre espiritual (Neshamah). Lo más triste es que muchas veces hemos dado consejos a aquel que lo necesita, pero no nos damos consejos a nosotros mismos para nuestro bienestar. 

En algunas oportunidades nos hemos burlado (Latzón) de las cosas que realmente deberíamos haberla tomado en serio; nos burlamos de los asuntos espirituales que son de gran importancia, nos burlamos del ser humano, de una persona enferma o anormal (sin brazo, sin piernas, enano, sin dedos), de los niños especiales, de las persona que llamamos “fea”, nos burlamos de nuestros Padres con mofa cuando nos corrigen; lo triste es que con esa actitud estamos maldiciendo, desacreditando, injuriando, menospreciando, ridiculizando. Todos somos iguales delante de los ojos del Santo de Israel, lo que cuenta y tiene mayor valor es la esencia y lo espiritual de la persona, el cuerpo y la apariencia es pasajera en este sistema. 

En cuantas circunstancias no nos hemos dejado guiar por nuestra mala inclinación (Iétzer hará), para cumplir nuestros deseos carnales y satisfacer nuestras pasiones, pero lo triste es que nos hacemos de la vista gorda como si no ha pasado nada y todo marcha bien. Todas esas acciones provocan el enojo del Eterno, pero aun así el permanece fiel. Aunque nos desviamos y caigamos El siempre nos levanta por amor a su gran nombre. 

Son tantas veces que nos revelamos al no reconocer la verdad de su Torah, son tantas las veces que le hemos hecho daño a nuestros hermanos; es momento de pedirles perdón. Hemos endurecido nuestra mente y corazón, hemos sido tercos con nuestra vida y salud y a pesar que entendemos que sufrimos las consecuencias por nuestras malas acciones y decisiones, aun no llegamos a aborrecer lo malo ni a amar lo bueno para dar fruto genuino de arrepentimiento (Teshuvah).

El Rambam (Maimónides), nos enseña que la Teshuvah es cuando el trasgresor abandona el pecado y lo extirpa de sus pensamientos.

-Decide en su corazón que no lo volverá a hacer en el futuro.

-Se arrepiente de lo que hizo en el pasado.

-Confiesa de manera verbal sus malos actos ante Hashem y formula una resolución verbal respecto al futuro.

-En relación a los pecados contra otras personas: se debe devolver todo lo que se debe y pedirle perdón a la otra persona.
(Hiljot Teshuvá- Las Leyes del Arrepentimiento, 2:2, 9)

Si eso no es así, entonces no hay teshuvah, solo un remordimiento de conciencia que no nos lleva a cambios profundos.

Por eso, hemos sido corruptos a través de la idolatría y todo lo relacionado con relaciones prohibidas o acciones inmorales. El principio de la idolatría (Avoda Zarah) es quitarle la honra al creador de vida y muchas veces colocamos nuestras posiciones orgullosas y celosas en un altar, antes que la instrucción santa.

Asimismo a veces nuestra familia, hijos, esposa y amigos tratan de quitarle la honra al Padre, y eso se expresa al momento de darle prioridad a las cosas. Nuestro Rabí dijo: El que no deje padre, madre, hijos, hijas por mí, no es digno (Mateo 10:37). 

Otro mal nuestro es ser mezquino con las cosas, con lo material, simplemente nos hemos creído dueño de “nuestras cosas”, no administrador de los bienes de aquel que es dueño del oro y la plata. Hemos cerrado nuestras manos para no dar acto de justicia (Tzedakah), aun cuando en esta convocatoria se destaca el hecho de ayudar al prójimo con lo que HaShem nos ha bendecido. 

Nos hemos descarriado, hemos sido rebeldes y obstinados con la alimentación que el creador nos brinda, hemos comido cosas prohibidas, no aptas, pero también nos hemos negado a la alimentación sana y balanceada, por simplemente comer con los ojos y darle exaltación al gusto, mas no a la disciplina que es hacer lo que debemos y no lo que queremos. Y dice la escritura que el que sabe hacer lo bueno y no lo hace le es pecado (Santiago 4:17). 

Los Sabios nos dicen: “Si hiciste paquetes de pecados, ahora haz paquetes de buenos actos” (Rabá 21:4). Si tus piernas corrieron para cometer transgresiones, ahora corre para cumplir mitzvot (mandamientos). Si tu lengua mintió, ahora usa tu lengua para decir la verdad, para hablar de sabiduría y de enseñanzas de bondad. Si tu mano derramó sangre, entonces abre tu mano para darle a tu hermano necesitado. Si una vez provocaste peleas, ahora busca la paz (Rabenu Iona, Shaarei Teshuvah 1:35). 
Que este tiempo de rectificación, reparación y corrección (Tikun Nefesh) podamos enmendar las faltas que hemos cometido y así darle mayor valor a la sangre del Mesías. 

Que este ayuno de Iom Kipur nos ayude a afligir nuestras almas y fortalecer nuestro ser espiritual, recordando siempre que un ayuno sin Tefilah (Oración), Teshuvah (Arrepentimiento) y Tzedakah (actos de justicia) es una acción estéril (Isaías 58:1-12). 

¡JAG SAMEAJ IOM KIPUR! @jonathanor7

lunes, 18 de abril de 2016

La sabiduría que proviene de lo alto…


Por: Jonathan Colina

Shalom, cuando se habla de sabiduría siempre se ha entendido secularmente como el grados más grande del conocimiento, o más bien un conocimiento profundo y destacado de ciencias, letras, artes o cualquier área; pero cuando evaluamos la escritura nos damos cuenta que la sabiduría siempre proviene del Eterno a través de su instrucción perfecta (Torah); así también un pueblo sabio es aquel que camina ajustado a dicha instrucción (Deuteronomio 4:5-6).

Es así que no podemos hablar de la sabiduría celestial como una expresión secular, pues de alguna manera surge de nuestro creador que es perfecto y que fundó la tierra con sabiduría (Proverbios 3:19). La sabiduría es un regalo de nuestro Padre celestial a todo aquel que le teme, pero ¿qué significa en realidad esta expresión? ¿Cómo debemos actuar para demostrar que la poseemos? ¿Acaso la sabiduría es solo poseer conocimiento? ¿O es esta la puesta en práctica del mismo? Son preguntas que debemos hacernos para darnos cuenta que tipo de sabiduría poseemos, ¿la verdadera que es la que viene de Adonai? (Proverbios 2:6-7) o, ¿la que nos hace desechar el consejo y nos lleva a la destrucción ya que nos creemos autosuficientes al actuar sin ayuda de Nuestro Padre Celestial? (Proverbios 3:7). 



Debemos comprender que la verdadera sabiduría viene de Adonai (Job 12:13) El nos la provee para que seamos capaces de manejar una vida donde enfrentamos un sinfín de situaciones en las que es necesario poner en práctica la misma y a pesar de todo ser fiel, integro y temeroso con aquel que no las imparte. 

En un momento el Rey Salomón al ver que gobernaría un pueblo y era muy joven al hacerlo, le pidió a Adonai sabiduría para poder entender a este pueblo, guiarlo, direccionarlo y juzgarlo de manera digna (1 Reyes 3:7-12). Éste no pidió lujos ni riquezas, solo pidió sabiduría y Adonai se la concedió y como consecuencia de esto fue prospero. Por eso Salomón es considerado uno de los grandes hombres más sabios que han existido y se le atribuyen los proverbios que en sí están llenos en su totalidad de Sabiduría. 

El gran problema del creyente es que anhela las riquezas y los lujos; se esfuerza por alcanzar la añadidura pero le da la espalda al reino, hablan de temor pero son desobedientes a la instrucción perfecta, piensan tener sabiduría pero han desechado la voluntad del Padre expresada en letras; por ello “Los sabios están avergonzados, Turbados y atrapados: Rechazaron con desprecio la palabra de YHVH, ¿Qué sabiduría, pues, podrá haber en ellos? (Jeremías 8:9)... 

Por otro lado, el mismo Job a pesar de todo lo que padeció demostró estar claro, entendido, y que poseía sabiduría del Eterno, nunca maldijo a Adonai más bien lo bendijo y se encargo de exaltar la sabiduría que proviene de lo alto (Job 28 1-27). Pero si hay algo tan importante es que dio a conocer que el temor (respeto y reverencia) al Eterno es la sabiduría (1:28), de igual modo el hecho de apartarse del mal como resultado de obedecer la instrucción del Padre celestial. Cabe destacar que el principio de la sabiduría es el temor al Eterno (Proverbios 1:7), pero si el temor al Eterno es el principio de la sabiduría ¿cuál será el final de ella? El mismo salomón dijo: “El fin de todo esto es teme al Eterno y guarda sus mandamientos, porque eso es el todo del hombre” (Eclesiastés 12:14). 

No podemos hablar de sabiduría sin que obedezcamos las instrucciones santas, no podemos hablar de personas sabias sin que primeramente sean temerosas al Eterno. El mismo Jacob (Santiago 3: 13-17) expresó que el sabio y entendido debía demostrarlo con su buena manera de vivir ajustado a la voluntad celestial, con obras dotadas de humildad que emanan de la sabiduría. Esta sabiduría no contiene celos, rivalidades, arrogancia ni pleitos, pues donde se manifiestan ambas cosas allí hay perturbación y toda obra maligna; no obstante esa sabiduría solo es humana, sensual y del adversario (satanás). La sabiduría que proviene de lo alto primeramente está dotada de verdad, es pura, en shalom, amable, lista para obedecer, llena de misericordia y de buenas acciones, sin parcialidad ni hipocresía. 

Por el contrario si en alguien siempre hay mentiras, impurezas, si protagoniza los pleitos y discusiones, si es desobediente y rebelde a la instrucción del Padre, si nunca tiene misericordia con su prójimo sino que se deleita en el mal y sus bajas pasiones, si hay hipocresía en su corazón y carece de sinceridad no es una persona sabia, pues para que exista sabiduría debemos temer al Eterno y si temiéramos no practicáramos de tales acciones perversas. 

La sabiduría que proviene de lo alto nos enseña a temerle al Eterno y a su vez ese temor (respeto y reverencia) nos lleva a cumplir sus mandamientos lo que se traduce en obediencia. No podemos decir que somos sabios sin que antes temamos al Eterno y guardemos sus mandamientos.

La sabiduría de lo alto no es saber mucho de Torah, es obedecer mucho la Torah. @jonathanor7

viernes, 15 de abril de 2016

¿Maldita ley o maldición de la ley?





Moréh Jonathan Colina

Shalom, a lo largo de la historia se han establecidos conceptos o creencias dentro del mundo religioso que si bien es cierto siempre ha sido fluctuante y variante con respectos a las enseñanzas del Mesías y posteriormente la impartición de pablo a las distintas comunidades, así como también son opuestas a las palabras de los profetas, salmistas y enviados del Eterno.

Esto ha traído un vacío generacional dentro de las distintas denominaciones religiosas, asumiendo así ciertos conceptos fijados en concilios perversos y no las instrucciones celestiales reveladas a través de sus escogidos. 

Los conceptos dispensacionalistas han privado al creyente de conocer realmente la verdad revelada para sumergirlo en filosofías huecas que carecen de propósito y perfección; por esto siempre se asume que “ya no estamos bajo la ley si no bajo la gracia”, como si alguna vez hubieran vivido bajo la ley. 

Sin embargo, cuando se trata de enseñar la palabra de verdad y con objetividad siempre sale a reducir que el Mesías nos redimió de la maldición de la ley, como si la ley fuera maldita y Él tiene que sacrificarse para erradicarla.

Sin embargo, la escritura dice algo diferente:
Mateo 5:17  No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir
Basado en el texto anterior dice que no vino a abrogarla, sino a cumplirla (darle correcta interpretación) y que no podemos ni siquiera pensar que vino a eliminarla y hoy día no solo lo piensan, sino que también lo enseñan que es peor.

La creencia en el mundo religioso es vivir alejado de la ley que nos aporta herramienta en nuestra vida al punto que nos convierte el alma.
Salmos 19:7:  La ley de Adonai es perfecta, que convierte el alma;  El testimonio de Adonai es fiel, que hace sabio al sencillo. 
Si es perfecta, entonces brinda perfeccionamiento a todos aquellos que lo asumen como estilo de vida y obedecen. Por el contrario, al cerrar nuestros oidos a ellas entonces haremos que el Eterno cierre los oidos a nuestra oracion.

Proverbios 28:9:  El que aparta su oído para no oír la ley, su oración también es abominable.  
Por otro lado, cuando evaluamos la escritura hay una cita que sale mucho a relucir y es  Gálatas 3:13:
El Mesías nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), 
Esta es una cita que se utiliza para justificar una postura religiosa y no bíblica.

Aquí vemos claramente que el Mesías nos redimió de la maldición de la ley, pero es importante preguntarnos ¿a qué maldiciones se refieren?, así como también comprender que no dice de la maldita ley, sino más bien de las maldiciones que están establecidas en la ley (Deuteronomio 28:15-68). 

El problema de los creyentes también ha sido el de no interpretar las escrituras correctamente y no entender su lenguaje tanto el original como también el español.

Evidentemente no es igual decir “maldición de la ley” a decir “maldita ley”, son cosas totalmente distintas, pero muchos confunden, y pareciera un poco extraño ya que si la ley fuera maldita ¿porque el mismo Padre habría de hacer un pacto con casa de Israel y casa de Judá para colocarle la ley en sus mentes y escribírselas en su corazón? (Hebreos 8:10), cuando esta es una maldición y que supuestamente el Mesías ya nos redimió.

Entonces el Mesías y su Padre parecen no estar de acuerdos, por un lado el Mesías nos redime de la maldición de la ley y por otro el Padre tratando con su pueblo para colocarle su ley en su ser. Es totalmente contradictorio, pero así son todas las doctrinas de la cristiandad; torcidas y sin propósito. 

Por esto es importante exponer la verdad del Eterno y no seguir engañados por los conceptos tradicionales, y sobre todo la importancia de reconocer que la Torah (mal traducida ley) es un manual de instrucción perfecto que todo hijo del Eterno debe obedecer para no vivir en maldición, sabiendo que el Mesías por medio de su sacrificio nos impartió esa justicia celestial para erradicar nuestros delitos y fallas y hacernos aceptos delante del Padre para vivir una vida de acuerdo a su instrucciones y de esta manera recibir las bendiciones (Deuteronomio 28:1). 

El Eterno nos declara justos a través de la sangre del Mesías y esto nos permite comenzar a transitar un camino de obediencia porque antes estábamos muertos y en maldición, pero gracias a este sacrificio fuimos redimidos de la misma y nuestro deber es permanecer en obediencia a la ley para así santificarnos, ya que sin santidad nadie vera al Señor (Hebreos 12:14), por consiguiente, el único instrumento de santificación es la ley o la palabra (Juan 17:17).

Debemos tener claro que la ley no es una maldición como algunos enseñan, pero la violación a la misma es caer en maldición, por eso vemos el mundo religioso no operando en las bendiciones del altísimo como resultado de la desobediencia a la ley.

La escritura misma expresa que maldito es todo aquel que desconozca y no confirme las palabras de la ley para obedecerlas (Deuteronomio 27:26, Juan 7:49).

El Mesías no se llevó la ley en el madero, sino que murió para redimirnos de las maldiciones que se activan en todos aquellos que desobedecen la ley; ley que el mismo Pablo dijo que era santa y los mandamientos justo, santo y bueno (Romanos 7:12). @jonathanor7