Shalom, un día un padre de familia llamó a sus dos hijos, ambos a punto de tener mayoría de edad, los sentó y les dijo:
Hijos míos, ustedes saben que les amo y que desde pequeños les he enseñado a diferenciar lo que es bueno de lo que es malo, cuando hacían lo bueno les premié y cuando hicieron lo malo les castigué. Ustedes han crecido, están a punto de ser mayores, ya saben lo que es bueno, el gozo de practicarlo y las consecuencias tristes de desobedecer, desde hoy ya no estarán bajo mi corrección, si hacen lo malo no les castigaré, no habrá castigo para sus actos malos, no están en edad de ser castigados sino que deben manejar los actos de su vida, sean responsables. Los hermanos escucharon a su padre y guardaron silencio. Pasado algún tiempo uno de los hermanos hizo muchas de las cosas que su padre siempre les enseño que eran malas: mintió, robo, siguió modas, probó todo cuando nunca había probado. Su hermano un día le amonestó: Oye, desde que mi padre nos habló has hecho todo lo que nunca hiciste cuando niño, ¿qué te pasa? Ya ni pareces mi hermano. Pero hermano, nuestro padre nos ha dicho que ya no estamos bajo sus enseñanzas, estamos en una nueva etapa, no necesitamos cumplir con nada ¡hay que aprovecharlo, somos libres! Que ciego eres, no has visto como mi padre sufre por tu conducta, él no te dice nada porque esperaba hacernos madurar, no quiso darnos rienda suelta al libertinaje sino que siguiéramos con la vida que él nos enseñó por agradecimiento, no por temor al castigo sino porque realmente comprendimos que sus ordenes y prohibiciones eran siempre para nuestro bien, él quiere que sigamos obedeciendo sus enseñanzas porque entendimos su valor y que ellas dan una buena vida, quería hacernos hombres de bien. Él no quitó sus enseñanzas, él nos liberó de la vergüenza de la amonestación. El joven malo dice: Hermano, ¡que ingenuo he sido! ¿Qué hago ahora para restaurar mi relación con nuestro padre? bueno, arrepiéntete y pídele perdón, tú sabes cómo es él de compasivo, de seguro está esperándote, vuelve a nuestro padre y demuéstrale que lo amas haciendo lo que él, desde siempre, nos ha enseñado, él nos capacitó para vivir como personas de bien. Es lamentable como creyentes hoy día, se han alejado del padre, no queriendo seguir bajo su instrucción, utilizando la gracia de Dios para convertirla en desgracia para su vida, actuando en libertinaje y argumentando la anulación de la ley. El Mesías dijo: “yo no he vendido a abrogar la ley (Torah), sino a cumplirla”. HASTA QUE PASE EL CIELO Y LA TIERRA, de ningún modo pasara ni un trozo de letra de la ley (Torah) hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:17-18). La palabra TORÁH significa INSTRUCCION en cuanto a cómo hemos de vivir, una vez que hemos sido justificados y tenemos la promesa de ser salvos. ¿Luego, por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley (Romanos 3:31). Lehitraot!
Hijos míos, ustedes saben que les amo y que desde pequeños les he enseñado a diferenciar lo que es bueno de lo que es malo, cuando hacían lo bueno les premié y cuando hicieron lo malo les castigué. Ustedes han crecido, están a punto de ser mayores, ya saben lo que es bueno, el gozo de practicarlo y las consecuencias tristes de desobedecer, desde hoy ya no estarán bajo mi corrección, si hacen lo malo no les castigaré, no habrá castigo para sus actos malos, no están en edad de ser castigados sino que deben manejar los actos de su vida, sean responsables. Los hermanos escucharon a su padre y guardaron silencio. Pasado algún tiempo uno de los hermanos hizo muchas de las cosas que su padre siempre les enseño que eran malas: mintió, robo, siguió modas, probó todo cuando nunca había probado. Su hermano un día le amonestó: Oye, desde que mi padre nos habló has hecho todo lo que nunca hiciste cuando niño, ¿qué te pasa? Ya ni pareces mi hermano. Pero hermano, nuestro padre nos ha dicho que ya no estamos bajo sus enseñanzas, estamos en una nueva etapa, no necesitamos cumplir con nada ¡hay que aprovecharlo, somos libres! Que ciego eres, no has visto como mi padre sufre por tu conducta, él no te dice nada porque esperaba hacernos madurar, no quiso darnos rienda suelta al libertinaje sino que siguiéramos con la vida que él nos enseñó por agradecimiento, no por temor al castigo sino porque realmente comprendimos que sus ordenes y prohibiciones eran siempre para nuestro bien, él quiere que sigamos obedeciendo sus enseñanzas porque entendimos su valor y que ellas dan una buena vida, quería hacernos hombres de bien. Él no quitó sus enseñanzas, él nos liberó de la vergüenza de la amonestación. El joven malo dice: Hermano, ¡que ingenuo he sido! ¿Qué hago ahora para restaurar mi relación con nuestro padre? bueno, arrepiéntete y pídele perdón, tú sabes cómo es él de compasivo, de seguro está esperándote, vuelve a nuestro padre y demuéstrale que lo amas haciendo lo que él, desde siempre, nos ha enseñado, él nos capacitó para vivir como personas de bien. Es lamentable como creyentes hoy día, se han alejado del padre, no queriendo seguir bajo su instrucción, utilizando la gracia de Dios para convertirla en desgracia para su vida, actuando en libertinaje y argumentando la anulación de la ley. El Mesías dijo: “yo no he vendido a abrogar la ley (Torah), sino a cumplirla”. HASTA QUE PASE EL CIELO Y LA TIERRA, de ningún modo pasara ni un trozo de letra de la ley (Torah) hasta que todo se haya cumplido (Mateo 5:17-18). La palabra TORÁH significa INSTRUCCION en cuanto a cómo hemos de vivir, una vez que hemos sido justificados y tenemos la promesa de ser salvos. ¿Luego, por la fe invalidamos la ley? En ninguna manera, sino que confirmamos la ley (Romanos 3:31). Lehitraot!
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