Por: Jonathan Colina
Shalom, en este camino el cual hemos entrado por los meritos del Mesías existen grandes bendiciones que vienen como resultado de la obediencia y fidelidad a los mandamientos de nuestro Rey, sin embargo no podemos ignorar que en ese proceso de santificación van a existir muchos problemas, adversidades, tribulaciones, obstáculos entre otros, que van a evidenciar que tan fieles y valiente somos para no decaer ante las mismas y estancarse en el proceso que traerá consigo deterioro. Todo ello depende de nosotros, si decaer ante los mismos o más bien fortalecernos y pasar por encima de las situaciones adversas, pues son simplemente leves tribulaciones momentáneas que nos están acercando a un mayor peso de gloria (2 corintios 4:17).
Por lo tanto debemos tener claro que de igual manera vamos sufrir muchas aflicciones, pero allí es donde se prueba el carácter de un hijo, en sujetar la circunstancias y todo lo que se pueda presentar a su alrededor que afecte su vida, y precisamente son tantas cosas; tanto enfermedades, necesidades, problemas sentimentales, familiares y en otros ámbitos de nuestra vida que de alguna manera nos aquejan y tratan de sacarnos del camino, por ende no podemos dejar arrastrarnos por la circunstancias, más bien seamos valientes como dijo el Mesías, ya que El había vencido este sistema (Juan 16:33).
Hay un paradigma dentro de los creyentes, donde piensan que al aceptar al Eterno se acabaran los problemas, al contrario al comenzar a transitar este camino se aumentaran las adversidades y tribulaciones, hasta el punto que el mismo Pablo lo experimento: “Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, vestimos pobremente, somos abofeteados, y vagamos de lugar en lugar. Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos. Nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos” (1 Corintios 4:11-13); “como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como golpeados por todos lados, pero no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo (2 Corintios 6:8-9).
El Apóstol Pablo fue un gran baluarte en la extensión del plan de redención, y aun siendo tal personaje no escapo de tales circunstancias, de hecho fue uno de tantos hombres del Eterno que sufrieron en gran magnitud, ahora nos podríamos preguntar, ¿hemos pasado por las cosas que le sucedieron a él? hasta ahora no hemos pasado por cárceles, naufragios, no hemos sido azotados en gran manera (2 Corintios 11:23-27), no hemos pasado hambre porque aunque sea tenemos algo de sustento, entonces, ¿por qué apenas cuando pasamos por una circunstancia mínima ya nos estamos muriendo, pensamos en decaer, demostrando cobardía? ¿Eso son los hijos valientes que arrebatan el reino cuando sufre violencia? Debemos reflexionar muy bien lo que nos sucede y compararlas con las cosas que les sucedieron a ellos y estoy seguro que agradeceríamos.
Hasta cuando seguiremos actuando tan débiles, no podemos apartar la mirada del Padre y colocarla en la circunstancias, porque nos puede suceder como Pedro: hundirnos como resultado de tener poca fe y mucha duda.
Es nuestro compromiso mantenernos firme delante dichas circunstancias, y aunque podamos estar atribulados en todo, no podemos estar angustiados; en apuros, pero no desesperados; perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no destruidos, llevando siempre presente el cuerpo del Mesías y la pronta redención de nuestras vidas, recordemos que los sufrimientos del tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria venidera que va a ser revelada en nosotros. Así que, regocijémonos en la esperanza, perseverando en oración, porque aunque puedan ser muchas aflicciones de todas ellas nos librara nuestro Padre justo.
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