Por: Jonathan Colina
Shalom, los días pasan, la ciencia se aumenta, la maldad se acrecienta y las personas siguen siendo las mismas y hasta peor, no importando el beneficio colectivo, sino el propio, de allí la apatía por la unión, solo impera el egoísmo y corrupción.
Estamos viviendo tiempos cada vez más difíciles, en los cuales suelen verse el enfriamiento del amor y la ignorancia de los valores y principios y por sobretodo la indiferencia a la moral y la ética. Muchas personas hacen caso omiso, solo luchan por convicciones propias, intereses personales y el enriquecimiento en su vida para satisfacerse de lo material; no tomado en cuenta que todo eso en definitiva se convierte en una bomba de tiempo, pues de alguna manera caen en trampas y en muchas codicias insensatas y dañinas, las cuales hunden al ser humano en destrucción y perdición; ciertamente la raíz de todos los males es el amor al dinero (1 Timoteo 6:9-10).
En todo el mundo vemos avances tecnológicos, pero en ningún lado vemos el cambio o avance humano, se ha quedado estancado en la maldad, imperando en el engaño y las acciones perjudiciales que atentan con sus vidas. Una muestra fehaciente es ver como la inseguridad azota al ser humano cada vez más, pero es evidente que todo tiene una raíz o una causa, en este sentido la falta de educación de los hijos que crecen con un vacio, por la falta de atención y completo descuido de sus padres, aparte la carente formación y disciplina, así como también la ausencia de los principios de aquel que lo creo; de allí que el salmista expresa que el joven solo guardara puro su camino cumpliendo la palabra de aquel que le dio la vida (Salmos 119:9).
El vacio del creador en la vida de todos los Padres, se extiende a los hijos y así sucesivamente por todas las generaciones, hasta lo que tenemos hoy día: una generación corrupta y malvada, que cada vez mas va convulsionando, morando en valle de muerte, negándose a habitar bajo el abrigo del Altísimo, donde existe la única esperanza.
El cambio y la rectificación del mundo debe ser responsabilidad de todos, porque si queremos cambiar el mundo comencemos primero por cambiar nosotros; si cambiamos nosotros cambiara nuestra familia, nuestro entorno; si cambia nuestra familia cambia la sociedad y si cambia la sociedad cambia la ciudad, si cambia la ciudad progresivamente cambiara los estados y por ende el país, pero si cambia los países cambiara el mundo, pero tengamos claro que no podemos cambiar el mundo, si antes no cambiamos nosotros mismos.
Si los Padres siguen siendo irresponsables para traer al mundo muchos hijos con diferentes mujeres sin tener los recursos, eso genera un crecimiento en la pobreza, pero también si lo descuida, no lo forma, capacita, disciplina ni orienta, le generaría un vacio de educación, lo cual posteriormente se traduciría en un delincuente y fuese cómplice de los que promueven la inseguridad. Una generación que crezca con tantos vacios y necesidades, es una generación que apuesta a la violencia, porque para ellos es más fácil ser amigo de lo ajeno, que trabajar honestamente y ganarse el sustento. La perversión y corrupción está en su máximo nivel, que muchas personas se hacen ricos a costillas de otros, solo ocupan un puesto de trabajo por convicción.
Por otro lado vemos la contaminación en todos los ámbitos, pero también es por falta de conciencia humana. Cuanto le cuesta al ser humano depositar los desechos en un recipiente, al parecer es un gozo arrojarlos en las vías o por lo menos lo hacen deliberadamente cuando le hacen un llamado de atención. Eso también viene desde la familia, principalmente de unos Padres que crecieron en medio de las religiones con un concepto de “Dios” y no de Padre, y que solo se busca cuando se está en medio de problemas para que me los solucione. Así también crecieron los hijos, con esa misma carencia del creador de vida, pero absorbiendo la malicia que se desarrolla en el mundo. Todos ellos con la falta de conciencia y respeto a las cosas, para ellos lo que cuenta es vivir la vida, disfrutar hasta que el cuerpo aguante, deleitarse en los placeres de la carne, entre eso destruyendo vidas y jugando con los sentimientos de alguien; todo ello pensando que se está comiendo al mundo, al contrario el mundo se lo está comiendo; es un gran banquete de la destrucción y muerte que opera dentro. En este mismo sentido, las personas solo luchan cada día por hacerse ricos, es un campo de batalla por la avaricia.
El afán y la ansiedad por lo material es tan grande que no descansan en paz, pensando en que harán mañana cuando ni siquiera ha terminado el día de hoy; en lugar de preocuparse por lo espiritual que es lo importante, aprovechando los días porque son malos, en cualquier momento nos sorprende la muerte ya que somos como la neblina que estamos por poco tiempo y luego desvanecemos (Jacobo 4:14).
Solo cuando entendemos que lo más importante es lo espiritual, lo material pasa a un segundo plano. De allí la convocación de Sukot (tabernáculos), poder tener total dependencia del creador y no en los bienes que poseemos, en lo material, en la casa, en el carro, en el trabajo, en el sueldo. Por ende, la demanda del Eterno es que habitemos en una suka, en su abrigo, en su presencia que nos imparte gozo y así probarnos realmente si nuestra confianza esta en los techos de nuestra casa de concreto o realmente somos capaces de habitar en algo endeble, porque nuestra seguridad está en El.
Son tiempos decisivos y de grandes expectaciones, pero nuestro compromiso por nuestra vida, la de nuestras familias, la del país y mundo está en juego. Es momento de habitar bajo el abrigo del altísimo, buscar su presencia, amarle a través de practicar la justicia y estar en sintonía con su voluntad; es allí en la intimidad cuando podemos decirle con seguridad pase lo que pase: “Eres ¡Mi refugio! ¡Mi fortaleza! Mi Autoridad, ¡en quien confío!" (Salmos 91:2). Bendiciones a todos! @Jonathanor7
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