Por: Iesarela de Colina
A lo largo del tiempo tratamos de ayudar a muchas personas, una de ellas son nuestra familias, nuestro primer trabajo y el lugar en donde debemos empezar a dedicar más de nosotros y esforzarnos para que todos podamos caminar a pesar de las diferencias que puedan haber.
Amigos y conocidos también es otra labor en la que tratamos de ser ejemplos y que con nuestras acciones hablamos por sí mismo. En realidad a todos aquellos que podamos ayudar, allí es donde uno empieza por dedicarse a brindar esa mano generosa para cuando alguien la necesite. Esa ayuda de poder estar y apoyar en cualquier circunstancia que pueda estar pasando.
Definitivamente somos muy buenas ayudando, alentando y tratando de solventar aquellas cosas que otros necesitan, hasta inclusive, cambiamos algo de nosotras mismas por alguien que es importante en nuestras vidas.
Siempre cuando alguien quiere algo de nosotros extendemos nuestro tiempo, nos sacrificamos y estamos prestas a resolver situaciones que ni uno mismo hace por uno, pero que hacemos por muchos. No es que no podamos ayudar, no es que no puedas estar presente para alguien que lo necesite, no es que no le dediques tiempo a tu familia, no es que no seas de ejemplo para muchos, al contrario, escrito esta: “ama a tu prójimo como a ti mismo”. Pero déjame decirte, ¿dónde quedas tú? Si primero debes amarte tú misma para poder ayudar a otros.
Lamentablemente nos enfocamos en los demás y no es que sea malo, pero descuidamos internamente todo aquello que tenemos para cuando lo necesitemos. Estamos acostumbradas a dar a muchos, pero a no a nosotras. Vemos tantas situaciones que resolvemos para los demás y no hacemos nada por las nuestras. A veces damos extras para el que necesite, pero debes entender que ayudando a muchos y no a ti, no haces nada.
Sin querer no nos damos cuenta que poco a poco pudiéramos estar secándonos, pero como estamos tan enfocadas en ayudar a otros no vemos que mi árbol necesita agua y todos aquellos nutrientes que le alimentan.
Hay personas que nos absorben mucho y no me refiero solo de tiempo, sino internamente, ya que damos tanto que llega un punto que no nos queda para ayudarnos a nosotras. Dar no es malo, solo que cuando hacemos más por otros y poco por nosotros es un error.
Cada persona libra una batalla, cada quien es dueño de su propia historia que vive, mas nadie podrá entender y hablar lo que tú, solo tú, estas pasando. Detrás de cada sonrisa hay tristezas, detrás de cada caída solo tú puedes levantarte y seguir, detrás de esa persona que ayuda sin esperar nada a cambio es la que grita por dentro pidiendo auxilio porque anhela salir de esa condición.
Recuerda que solo tú puedes darle color a tu realidad porque si es tu realidad, mas no la verdad. Busca esa verdad, anímate tu, levántate tú, aliméntate tú, amate tú, perdónate tú, valórate tú, ya que más nadie lo hará por ti. Solo hay uno que está siempre a tu lado y a pesar que está en silencio es porque está trabajando en ti.
Sigue ayudando, sigue sembrando pero medita en esto: tú eres la protagonista y necesitas estar siempre alimentada de todo aquello que haga en ti lo mejor. No descuides lo que el Señor ha implantado en tu vida.
Shalom
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