miércoles, 27 de octubre de 2010

¿GLORIFICADO O BLASFEMADO?


Shalom, cuando estudiamos ciertas cosas en la escritura, ese legado divino dado por nuestro padre celestial siempre recibimos su instrucción, a través de una revelación más amplia para colocarla en práctica en nuestras vidas, pero también compartirlas con otros। En esta oportunidad es importante resaltar ciertos detalles, que a pesar que sean detalles no dejan de ser relevantes, sin embargo son muchas veces los que más obviamos, pero en sí mismos representan un gran valor para nuestro desarrollo y formación como verdaderos hijos। Muchas veces hemos leído en la escritura cuando el Mesías expresa una declaración tan importante, y que todo hijo del Reino debe tener claro: “En esto es glorificado mi Padre: en que llevéis muchos frutos y seáis mis discípulos”(Juan 15:8), pero así como leemos, no meditamos en ello y lo gran relevante que hay detrás de esto, pues no comprendemos que El Mesías nos aconsejaba a accionar conforme a lo que el padre a establecido en su santa voluntad, para llevar los frutos dignos de justicia, que es la esencia misma nuestro Adonai; de esta manera lo glorificaras y aun darás a conocer que eres discípulo del Mesías, por ende la escritura declara: “por sus frutos os conoceréis”; es decir por nuestras acciones daremos a conocer quién es nuestro padre y a quien seguimos. Nuestras acciones marcan nuestra identidad de esta manera las personas te juzgan, te crean un concepto o definición, pero muchas veces pasa aun peor y es que la blasfemia la recibe es el padre celestial, porque de allí comienzan a manifestarte “yo no sé quién es el Dios de este”,“ será que tu Dios actúa así”, entonces si tu acciones no reflejan los frutos de justicia, las personas piensan que el padre también lo es así, por ende debemos tener mucho cuidado, porque en base a nuestras malas acciones el nombre del Eterno es blasfemado por los gentiles(Romanos 2:24). El salmista declaraba, “Te daré gracias, oh Adonai mi padre, con todo mi corazón; y GLORIFICARÉ Tu Nombre para siempre”. Muchas veces nos llenamos de buenas motivaciones pero careciendo de acciones, pues declaramos el mismo salmo, pero existe una gran ausencia de la acción, una cosa es lo que se habla y otra es la manera como se actúa, muchas veces sin frutos, siendo las mismas cada día más estéril, lo que causa que continuamente el nombre del Eterno sea blasfemado y pisoteado. En este tiempo de restauración es de gran propósito el hecho de cada día desarrollarnos como verdaderos hijos, siendo nuestros hechos apegados a la voluntad celestial, logrando así que el nombre del Eterno sea glorificado y exaltado en medios de las personas, y más bien puedan anhelar estar en nuestra condición de hijos, pero ello depende de nuestras acciones fructuosas, donde se refleje un carácter de discípulo. Así que, tus acciones solo causan dos resultados, o glorificas al padre, o blasfemas su santo nombre, tú decides que resultados das a conocer. Bendiciones!


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